No cabe duda que la revolución industrial, que empezó a mediados del siglo XVIII y culminó su plena transformación a mediados del siglo XIX y principios del XX, transformó nuestra sociedad y empresas como nunca antes, desde prácticamente el Neolítico.
Eso propició la globalización y construyó las bases de la revolución digital en la cual estamos inmersos, y que comenzó con el nacimiento con Internet a mediados del siglo XX y que culminó en 1983. Al igual que ocurrió en la revolución Industrial con las empresas industriales todas las grandes compañías tecnológicas empiezan a transformar sectores creando nuevos modelos de negocio más eficientes.
La velocidad de la revolución digital está siendo mucho más rápida que la industrial, dado que las bases de la economía, las infraestructuras, y la tecnología son muy superiores, y sin duda la culminación de esta fase será más corta.
Si en la era industrial estuvimos inmersos casi dos siglos, yo apuesto a que en la revolución digital no llegaremos a medio siglo, es decir esta revolución acabará antes del año 2033.
El individuo se hace fuerte
Para esas fechas eclosionará la revolución social. Durante la historia ha habido muchos movimientos sociales para derrocar gobiernos o instituciones, pero no me refiero a ese tipo de revolución. Me refiero a un empoderamiento del individuo de tal magnitud que cambiará o equilibrará las fuerzas entre las empresas y gobiernos frente ciudadanos y consumidores.
En tan solo 20 años, un ciudadano común podrá gestionar su salud, fabricar productos en su casa, llevar a cabo la gestión de su familia, y estar conectado con otros para compartir, crear o gestionar necesidades. Todo ello gracias a la robótica, el 3D print, la bio y nano tecnología y, cómo no, del mundo digital.
Todo ello hará crecer exponencialmente los estándares de exigencia de los ciudadanos frente a instituciones y empresas, para que sus productos y servicios sean eficientes, de calidad, y respetuosos con el medioambiente y la sociedad en general.
Por tanto, todas aquellas empresas que no basen su negocio en pilares sociales y medioambientales (además de los lucrativos, evidentemente) se verán apartadas del sistema. Y eso no significa tener un departamento de RSC o una fundación. Significa integrar lo social y medioambiental en la estrategia de la empresa y en consecuencia en su relación con el consumidor.
Algunas compañías que ya se han adelantado a esta revolución como Toms, La Fageda, Tesla, etc…. están obteniendo sus frutos.
Mi recomendación es clara. Se debería consolidar la transformación digital en las empresas como punta de lanza hacia la revolución social, y empezar a replantear los nuevos modelos de negocio para entender qué le preocupa al consumidor del futuro.
Nos hemos de preguntar cómo puede nuestra empresa contribuir a crear un mundo mejor, más sostenible y equitativo, y adaptar esa estrategia a toda la cadena de valor.
¿Qué harían si les dijera que en 20 años puede desaparecer el Mediterráneo y en consecuencia todo su esplendor ecológico, con el consecuente impacto en el turismo de nuestro país? ¿No se movilizarían como empresarios o como ciudadanos?
Pues está ocurriendo. Estamos destruyendo la posidonia, el principal pulmón ecológico de nuestro Mediterráneo, y las empresas y los ciudadanos no hacen nada….
Cuando estemos en plena revolución social esto no ocurrirá, y espero no lleguemos tarde en este caso.
Un mundo mejor es posible!