El primer país del mundo que base su economía en el impacto social y medioambiental 

La semana pasada tuve la oportunidad de acudir al 21 encuentro de la Empresa Familiar Andorrana, donde todo el gobierno, instituciones y empresarios, debatimos en cómo transformar la economía del país en un modelo de economía basada en el impacto social y medioambiental. 

Convertirse en el primer país del mundo en adoptar un modelo económico basado en el impacto social y medioambiental, sería sin duda una iniciativa pionera que buscaría promover el desarrollo sostenible, la inclusión social y la justicia distributiva, claves para el bienestar de cualquier país democrático moderno y comprometido con los grandes retos sociales y medioambientales que nos enfrentamos. 

Este modelo se debería basar en la medición y valoración de los efectos positivos y negativos que generan las actividades económicas sobre el bienestar de las personas y el planeta, y en la aplicación de incentivos y desincentivos para orientar las decisiones de los agentes económicos hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. 

El modelo económico de un país, basado en el impacto social y medioambiental tiene múltiples ventajas, tanto a nivel interno como externo. A nivel interno, este modelo permite: 

  • Mejorar la calidad de vida de la población, al garantizar el acceso universal a los servicios básicos, la protección social, la educación, la salud, la cultura y el ocio, y al reducir las desigualdades y la pobreza. 
  • Preservar el capital natural y la biodiversidad, al fomentar el uso eficiente y responsable de los recursos, la transición energética, la economía circular, la mitigación y adaptación al cambio climático, y la conservación y restauración de los ecosistemas. 
  • Impulsar la innovación y la competitividad, al estimular la creación y el desarrollo de empresas y organizaciones que generen valor social y ambiental, y al favorecer la inversión en I+D+i, la digitalización, la formación y el talento. 
  • Fortalecer la cohesión social y territorial, al promover la participación ciudadana, la democracia, la transparencia, la rendición de cuentas, la colaboración y la solidaridad, y al apoyar el equilibrio y la diversidad de los territorios. 

A nivel externo, este modelo permite: 

  • Aumentar el prestigio y la influencia del país en el ámbito internacional, al posicionarse como un referente y un líder en la promoción del desarrollo sostenible, la paz, los derechos humanos y la cooperación. 
  • Mejorar las relaciones comerciales y diplomáticas con otros países, al establecer alianzas estratégicas basadas en el respeto mutuo, el diálogo, el beneficio compartido y el cumplimiento de los compromisos internacionales. 
  • Contribuir a la solución de los grandes retos globales, al aportar recursos, conocimientos, experiencias y buenas prácticas para hacer frente a los problemas comunes que afectan a la humanidad, como la pobreza, el hambre, la salud, la educación, el cambio climático, la biodiversidad, la migración, el terrorismo o la violencia. 
  • Atraer talento e inversión de todo el mundo el mundo en materia de impacto y sostenibilidad. 
  • Liderar un movimiento imparable en Europa y en el mundo 

Para conseguir que una economía de un país pase del modelo tradicional a la una economía de impacto social y medioambiental, se requiere de una serie de cambios estructurales, normativos, culturales y comportamentales que impliquen a todos los agentes económicos: el Estado, las empresas, las organizaciones sociales y los ciudadanos. Algunas de las medidas que se podrían adoptar son: 

  • Establecer un marco legal y fiscal que incentive y regule las actividades económicas que generen valor social y ambiental, y que penalice y limite las que produzcan externalidades negativas. Por ejemplo, se podría crear una ley de economía social y solidaria, una ley de transición ecológica, una ley de responsabilidad social corporativa, una reforma tributaria verde, etc. 
  • Impulsar la inversión pública y privada en proyectos y sectores que contribuyan al desarrollo sostenible, la innovación social y la inclusión social. Por ejemplo, se podría destinar una parte del presupuesto público y de los fondos europeos a la financiación de iniciativas de economía social y solidaria, economía circular, economía verde, economía colaborativa, etc. 
  • Fomentar la educación, la sensibilización y la participación de la ciudadanía en la economía de impacto social y medioambiental, promoviendo el consumo responsable, el ahorro ético, el voluntariado, la donación, el activismo, etc. Por ejemplo, se podría incorporar la educación para el desarrollo sostenible en el currículo escolar, crear campañas de comunicación y concienciación, facilitar el acceso a la información y la transparencia, etc. 

En conclusión, el modelo económico basado en el impacto social y medioambiental es una apuesta valiente y visionaria para cualquier país con vocación de liderazgo y valores democráticos, sociales y medioambientales, que le puede permitir avanzar hacia un futuro más próspero, justo y sostenible, tanto para sí misma como para el resto del mundo. Este modelo representa una oportunidad única para transformar la economía y la sociedad, y para generar un impacto positivo y duradero en el bienestar de las personas y el planeta. 

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