Nunca antes hemos tenido una oportunidad tan grande como la que se nos presenta, para reestructurar las organizaciones. Tras tantos años de bonanza, se hacía casi imposible proponer un cambio organizativo o de personas, debido a que no queríamos contradecir el dicho de: “si algo funciona no lo toques”. ¿Quién se atrevía a cambiar las cosas cuando funcionan, aún sabiendo que son ineficientes? Tan solo lo hacían los muy valiente o muy profesionales, o las dos cosas a la vez.
Probablemente el hecho de no hacerlo, nos ha dejado un tejido empresarial, viejo, lento, nada internacionalizado, poco profesionalizado y sin “cintura” para reinventarse ni luchar. La dureza de la crisis ha puesto de manifestó la ineficacia de mucho ejecutivo, organizaciones sin procedimientos ni nuevas tecnologías, y con unas estructuras de costes, ineficaces e insostenibles. Lógicamente, esto afecta especialmente a las empresas locales y poco desarrolladas en el exterior, que son más del 95% de nuestro tejido empresarial.
Lamentablemente esta crisis es de una dureza y duración, que no nos queda otra que afrontar duros ajustes empresariales, y sin duda, es el momento de reestructurar antiguos organigramas, cambiar personas, modernizar procesos, y diversificar e internacionalizar nuestras empresas. Pero, ¿cómo hacerlo, cuando los máximos ejecutivos de las organizaciones no tienen experiencia en ello? La única solución es con la ayuda de consultores y asesores externos. Existen auténticos profesionales en nuestro país, que se dedican exclusivamente a esta tarea. Ya que llegamos tarde a hacer los cambios, hagámoslo bien.
No obstante, no deja de sorprenderme, que aún siendo tan evidente que la situación de la crisis es duradera, las empresas estén abordando estas medidas de reestructuración de manera tan tímida y lenta. ¿De qué tienen miedo? ¿A qué esperan? ¡No encontrarán un mejor escenario para abordarlas! Ahora mismo no hay un solo consejo de administración, o ejecutivo, que no esté abierto a cualquier cambio estructural y de modelo de negocio. Además los proveedores y empleados están más que sensibilizados con el entorno y ya nadie teme los cambios, todos son conscientes que son necesarios. Incluso me atrevería a decir que los están esperando.
Yo soy de los que opina que tras esta crisis el tejido empresarial español, saldrá reforzado. De hecho hay mucho empresario y ejecutivo que por fin puede abordar los cambios que siempre ha “soñado”. Lamentablemente muchos no llegarán a tiempo, pero los que lo consigan, tendrán compañías más internacionalizadas y modernas, preparadas para competir en un mundo cada vez más global y exigente.
Tan solo necesitamos que nuestra clase política, nos facilite el camino, y empiece a promover medidas orientadas al crecimiento y la circulación del crédito. Ya que estas medidas de cambios estructurales, requieren en muchos casos inversión y siempre ayuda que las ventas dejen de caer.