Siempre que estoy en una tertulia de amigos hablando sobre tendencias y tecnología acabamos debatiendo sobre el uso o abuso de la misma por parte de los niños, y si esto les beneficia o perjudica.
Yo soy un fiel defensor de que la tecnología es un medio y no un fin, es decir, no ayuda ni ayudará al ser humano a vivir en un mundo mejor. Pero no es menos cierto, que, en el proceso de adaptación de la sociedad a las nuevas tecnologías, viviremos períodos de ‘desajuste’.
Estos períodos de desajuste constituyen espacios temporales de tiempo que necesitará el ser humano para adaptarse y beneficiarse de las nuevas tecnologías, en especial de las disruptivas.
Ejemplos tecnológicos: robótica y la nube
Por poner algún ejemplo, la robótica va a eliminar muchos más puestos de trabajo de los que ya está generando en la actualidad. Esto a corto plazo creará desempleo y conflictos sociales pero, a medio plazo, el ser humano se librará de hacer tareas de poco valor añadido, mecánicas o simplemente substituibles por un ente inteligente, para poder desarrollar otras profesiones más creativas o sofisticadas, o simplemente tener mejor calidad de vida, con el consecuente reparto equitativo de rentas.
También está el impacto de la nube y la conectividad en la enseñanza mundial o la nano y biotecnología aplicada al campo de la medicina. Evidentemente no estamos preparado para vivir más de 150 años, pero va a ocurrir, y deberemos adaptar nuestra estructura productiva, social y familiar a este hecho, no sin antes haber sufrido mucho en el proceso de adaptación.
¿Y si nos jubiláramos a los 100 años o celebráramos las bodas de brillantes después de 75 años de matrimonio?
En la actualidad estamos viviendo unos años de adaptación, donde ninguna familia está preparada para todo lo que está ocurriendo y está por venir. Por ese hecho quien más que menos está sufriendo en sus empresas grandes procesos de transformación tecnológica, obligados por la presión competitiva de los nuevos competidores ‘pure digital’ y en el entorno familiar. Esto constituye una brecha casi insalvable entre las generaciones analógicas y digitales.
La preocupación por la educación de los más pequeños
Seguro que no hay actualmente un padre en el mundo que no esté preocupado por la educación de sus hijos, -viendo las nuevas necesidades educativas en nuevas tecnologías-, o por el uso que sus hijos hacen de las nuevas tecnologías. Si nombro la palabra ‘Fortnite’ a más de le entra urticaria.
Este jugo tiene literalmente enganchados a millones de millennials, centennials y algún que otro baby boomer rezagado, en todo el mundo. Solo durante el pasado mes de febrero se embolsaron 105 millones de euros en ingresos (y eso que es un juego gratuito) y ya se ofrece una beca de estudios completa por este videojuego en la universidad de Ashland (Ohio).
Otra preocupación, más profunda es sobre la posible relación sentimental entre un humano y una máquina. Ya se están empezando a fabricar “sex robots” por 20.000$.
Conclusión sobre educación y tecnología
Todas estas preocupaciones y situaciones de inseguridad son lógicas, antes los grandes cambios que se están dando en el entorno familiar y de pareja, pero no nos olvidemos de algo: la tecnología es un medio y no un fin.
Si un niño está todo el fin de semana enganchado a los videojuegos será que no tiene otras motivaciones o le han enseñado a disfrutar del deporte, los juegos, las excursiones u otros hobbies. Si tu pareja se plantea reemplazarte por un robot sexual (como declaran en un reciente estudio el 71% del hombre y el 50% de las mujeres), será que no sabemos cuidar y atender lo que necesita.
Yo te animaría a reflexionar sobre el tiempo que dedicas a tu familia y a tu pareja antes que lamentarte y criticar el impacto de la tecnología en la familia. Aunque reconozco que no es tarea fácil, ya que la tecnología es adictiva y la máquina siempre tenderá a superar al ser humano.
Pero hay cosas que jamás podrá substituir la tecnología: el amor, el abrazo de un padre, el beso de una madre, o la sensación de placer tras un partido de futbol.
Os animo que veáis la película ‘Captain Fantastic’, dirigida por Matt Ross con Viggo Mortensen. Pura reflexión sobre nuestro modelo de vida.