Para que España sea competitiva y empiece una senda de crecimiento estable hace falta que aplique una simple fórmula: nuevas tecnologías, eficiencia/productividad, internacionalización e innovación. Me voy a centrar en analizar esta última, ya que probablemente sea la que se tiene más olvidada en las organizaciones, y probablemente sea que de forma más contundente aporte al crecimiento sostenible en el medio y largo plazo.
Cuando se habla de la economía española, la innovación no es lo primero que nos viene a la mente. No es frecuente la asociación de España con la innovación, pero esta imagen debe cambiar. El Banco Santander ha ocupado la posición 42 en el ranking de empresas más innovadoras del mundo realizado por BusinessWeek durante dos años consecutivos; Zara es un ejemplo de operaciones para las cadenas de moda de todo el mundo e Iberdrola es una empresa energética referente en energías renovables.
Lamentablemente, la economía española se encuentra sumida en una fuerte crisis que puede frenar su potencial innovador. Según las estimaciones del Fondo Monetario Europeo, la crisis pasará factura a España. No sólo no ascenderá en el ranking económico mundial, sino que en el próximo lustro perderá tres puestos y pasará de ser la novena potencia del mundo en 2008 a la duodécima en 2014, en términos de PIB. El peligro de estancarse en un punto medio entre las economías altamente innovadoras y los productores de bajo coste se hace patente. Conseguir mejorar la competitividad de la economía española se ha convertido en un imperativo para volver a crecer. El esfuerzo realizado en los factores que inciden en la productividad (capital humano, capital físico, innovación, TIC, tecnología, etc.) ha crecido en la última década. Sin embargo, España se encuentra todavía en una posición relativamente desfavorable frente a los países más avanzados, especialmente en lo referente a los procesos de I+D+i tecnológica.
La situación actual
El gasto en I+D no es un indicador exacto de la innovación. Se trata de un indicador controvertido y su efecto en la Innovación está muy influido por muchas otras variables. Sin embargo, en la práctica existe una correlación positiva entre el gasto en I+D y el volumen de innovaciones en un país. Por este motivo, esta medida sigue siendo un elemento relevante en todos los estudios de innovación. España refleja una evolución positiva en los principales indicadores de I+D; ha reducido la diferencia con la media de la Unión Europea y con los países de la OCDE, pero la distancia sigue siendo considerable. El gasto en I+D per cápita o con relación al PIB es sensiblemente inferior. En cuanto a las publicaciones científicas, la cuota mundial de la producción española ha pasado del 2,26% en 2000 hasta el 2,75% en 2008. Pero, al igual que en el gasto de I+D, la aportación de las empresas a esta cifra constituyó un porcentaje muy bajo frente al total (un 2,26% durante el período 2003-2008). Otro indicador relevante en materia de innovación, la educación, también presenta peores resultados que la media de la Unión Europea y la OCDE, a pesar de que el gasto en educación (pública y privada) por estudiante es comparable. En España se da una polarización poco común en los países de la OCDE: la tasa de alumnos que terminan la educación secundaria es inferior al de la Unión Europea, mientras que el porcentaje de estudiantes que entran en la universidad es similar. El fracaso escolar, es decir, la tasa de alumnos que abandonan el sistema educativo antes de haber obtenido el título de graduado en ESO ha crecido el 2,8% entre 2000 y 2008. Sin embargo, el número de alumnos universitarios no ha parado de crecer durante el mismo período de tiempo, aunque estos llegan a la universidad con peor formación. Estos extremos reducen el colectivo de personas con educación secundaria. Los conocimientos y habilidades de este colectivo son de gran importancia para la productividad de las empresas, para la fluida incorporación de innovaciones y para dar soporte a la actividad de I+D. El bajo nivel educativo se refleja en la formación de los directivos de las empresas. En 2009 el 36% de los directivos tenían un nivel educativo bajo, comparado con el 17% de la media de la Unión Europea. Esta situación puede ser una de las principales causas del escaso éxito de las políticas a favor de la innovación. España es el país de la OCDE con mayor apoyo fiscal a la I+D+i. Las grandes empresas están aprovechando bien este apoyo. Sin embargo, las pymes no están haciendo uso de estos incentivos. Las razones detrás de este hecho no se conocen con certidumbre, pero es probable que la falta de información, la sobrevaloración de los costes y la infravaloración de los beneficios constituyan, junto a la falta de formación de los directivos, los principales motivos.
La financiación de la I+D también es un factor en el que España no cumple con los niveles de los países desarrollados. El peso de la financiación pública es superior a la media de los países de la OCDE y ha aumentado en los últimos años. Más de las tres cuartas partes de la I+D empresarial ejecutada en 2008 se financia con aportaciones de las propias empresas, aunque gran parte de estas aportaciones proceden de préstamos otorgados a éstas por las Administraciones Públicas en el marco de programas de ayuda a la I+D. Dentro de la financiación privada, el sector del capital riesgo español ha crecido progresivamente durante los últimos diez años, exceptuando el 2009 y 2010 aunque sigue siendo baja comparado con las economías más innovadoras. En 2007 se publicaron nuevos reglamentos que designan al capital riesgo y private equity como «activo apto» para la inversión por parte de los fondos de pensiones y las compañías de seguros. Sin embargo, la contribución de estas instituciones a los fondos se ha mantenido baja y estable, sin superar el 1,5% entre ambas fuentes El Mercado Alternativo Bursátil (MAB), dedicado a empresas de reducida capitalización, es otra de las fuentes alternativas de financiación para las pymes.
El mercado español sufre de otras carencias, como la falta de inversión en infraestructuras. A pesar de que la inversión en equipamiento ha sido similar a la de la Unión Europea, el 30% de esa inversión se dedicaba a la vivienda, en lugar de dedicarse a los sectores adecuados para fomentar la innovación. Ésta y otras carencias, junto al impacto de la crisis, se han traducido en un empeoramiento de las perspectivas de innovación. El índice COTEC que mide la tendencia del sistema español de innovación lo confirma.
¿Qué depara el futuro?
Hace tiempo que se habla de la necesidad de un nuevo modelo productivo para España. El Gobierno considera la innovación como uno de sus ejes principales para el crecimiento y ha elaborado una agenda ambiciosa denominada Estrategia Estatal de Innovación (E2I). Arturo Azcorra, ( http://bit.ly/h1el6V ) director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial y experto del Future Trends Forum, indica que el objetivo de este plan es la transformación estructural de la base económico-social española. Esta estrategia se fundamenta en cinco ejes: financiación de ideas innovadoras, orientación al mercado (enfocando las innovaciones hacia el mercado y potenciando la contratación de productos y servicios innovadores en el aprovisionamiento y las compras dentro de la Administración Pública), internacionalización de las empresas, fomento de la cooperación y cohesión territorial, y formación, atracción y retención del capital humano. El plan identifica distintas acciones para cada uno de estos ejes, compaginando la acción directa con el cambio de políticas. Este plan definido por el Gobierno debería dar respuesta a las cuestiones planteadas por los expertos. Éstos últimos consideran que se deben aprovechar mejor las inversiones e innovaciones que las empresas del sector de las TIC ya han realizado. Un nuevo modelo que debe valerse del conocimiento ya existente, sin descuidar los esfuerzos tendentes a la generación de nuevo conocimiento. Se pone mucho énfasis en fomentar la innovación en las empresas de alta tecnología, pero los estudios realizados muestran un gran potencial de innovación en los sectores tradicionales. Así, el turismo, el sector textil, el transporte y la logística, la energía, la alimentación, el sector financiero y la agricultura, son sectores con muy buenas perspectivas para desarrollar innovaciones. España ha demostrado su competencia y es conocida en estos sectores, pero las empresas no son todo lo competitivas que podrían ser. Muchos de estos sectores se pueden nutrir del conocimiento que se genera en las áreas de tecnología punta.
Los expertos también consideran que el foco de la estrategia de innovación debe ir orientado a las pequeñas empresas. Las grandes saben lo que hay que hacer e invierten en innovación. Son la mayoría de las pequeñas empresas las que no lo hacen. Por este motivo, consideran que se debe seguir un proceso de «gota malaya», es decir, divulgar de forma continuada en este colectivo la necesidad de crear cosas nuevas e innovar. Los incentivos fiscales son los más favorables de la OCDE, por lo que no se trata de mejorar dichos incentivos, sino de mantenerlos y difundirlos mejor. Para ello, las barreras institucionales son un obstáculo y la Administración está lejos de tener unos rocesos ágiles dirigidos por la tecnología.
Se debe potenciar la Administración Electrónica que ya ha tenido éxito en la Agencia Tributaria. Este proceso servirá de ejemplo y obligará a las empresas a enfrentarse con las nuevas tecnologías en su trato con la administración. Lo mismo sucede con el conocimiento. Tan importante como la creación del nuevo conocimiento es su distribución. Esto requiere una reforma del sistema financiero, de forma que permita a estas empresas crecer y difundir sus nuevos productos y servicios. La financiación para las empresas innovadoras en España es muy compleja y cuestionada. No refleja el valor de los activos intangibles y se concede sobre patrimonio tangible, lo cual penaliza en gran medida a las empresas innovadoras. Sin embargo, la distribución requiere, sobre todo, una importante reforma de los sistemas educativos y formativos. Es necesaria una mejor articulación de las relaciones entre la universidad y las empresas. Hay que transformar las estructuras existentes en la actualidad profesionalizando parte de los cargos directivos, ofreciendo el reconocimiento adecuado en el currículum de los investigadores y abriendo más la universidad a las empresas. Es necesario pasar de un sistema de relaciones basado en la transferencia de conocimiento a la coproducción de conocimiento.
El sistema educativo también debe fomentar una cultura de esfuerzo y potenciar el reconocimiento social y profesional de los profesores, en particular los de la enseñanza secundaria, para estimular su calidad y su competencia. También es necesario elevar el grado de excelencia en la educación universitaria, a la que podrán acceder los que demuestren una mayor capacidad. El cambio del modelo productivo radica en que los sectores de la economía española, sobre todo los más tradicionales, deben cambiar su sustento actual, basado en una mano de obra que ya no es barata, y sustituirlo por conocimiento y tecnología avanzada. Hay que basar el modelo productivo español en actividades menos intensivas en trabajo no cualificado y mucho más en capital humano bien formado. Y el origen de ese capital reside en el sistema educativo. La eliminación de barreras a la creación y al crecimiento de las empresas es otra de las principales recomendaciones y los expertos tienen claro que dicha eliminación es un instrumento más potente para favorecer el emprendimiento que el establecimiento de subsidios. Un país que pretende competir con las principales economías del mundo no puede ocupar el puesto 62 en la lista Doing Business con la que el Banco Mundial identifica la facilidad para hacer negocios de los distintos países. Existen otras condiciones más concretas que deben cumplirse, como el aumento del gasto en I+D por parte de las empresas o la inversión en infraestructuras, pero son la reforma de la educación y la eliminación de barreras recomendadas por el Banco Mundial las que realmente determinarán el futuro innovador de España. La estrategia para fomentar la innovación marcada por la Administración debería considerar estos factores si quiere atacar la raíz de los problemas a los que se enfrenta la economía española.
¿Conclusión?
España no puede quedarse a la cola del innovación y todos hemos de unir nuestros esfuerzos para que desde la enseñanza hasta la empresa, se cree esta cultura, que nos permita seguir prosperando y manteniéndonos en la senda de la evolución económica que nos merecemos, frente a los países emergentes. Lamentablemente el gobierno no está a la altura, y aun que lo estuviera somos “la sociedad” civil quien hemos de trabajar en esa dirección, desde la enseñanza a nuestros hijos hasta el impulso de iniciativas particulares y empresariales, como las de Fundación Bankinter (http://bit.ly/ekJU7S ), Venture Lab del IE (http://bit.ly/ex7Ear ), o el programa de becarios de la Fundación Barrié (http://bit.ly/gP3U7M ).
Fuente: Fundación Bankinter