¡Amo profundamente a las mujeres! No sólo nos regalan la vida, sino que tienen un sentido de la familia y del esfuerzo que los hombres no podemos ni imaginar. A esto se añade su sensibilidad y practicidad. Y es que, si nuestro mundo fuera femenino todo sería muchísimo mejor. Lamentablemente seguimos anclados en una sociedad masculina y hecha para los hombres.
Desigualdad laboral
A lo largo de su vida laboral, las mujeres siguen experimentando grandes dificultades para acceder a empleos decentes. La desigualdad entre mujeres y hombres persiste en los mercados laborales mundiales en lo que respecta a las oportunidades, trato y resultados.
En los dos últimos decenios, los notables progresos realizados por las mujeres en cuanto a los logros educativos no se han traducido en una mejora de su posición en el trabajo. En muchas regiones del mundo, en comparación con los hombres, las mujeres tienen más probabilidades de encontrarse y permanecer en situación de desempleo, y cuentan con menos oportunidades de participar en la fuerza de trabajo y –cuando lo hacen– suelen verse obligadas a aceptar empleos de peor calidad.
Los progresos realizados para superar estos obstáculos han sido lentos y se limitan a algunas regiones del mundo. Incluso en muchos de los países en los que la disparidad en la participación de la fuerza de trabajo y el desempleo se ha reducido, -y en los que las mujeres están dejando de lado el trabajo familiar auxiliar para centrarse en el sector de los servicios-, la calidad de sus empleos sigue suscitando preocupación. El reparto desigual de las labores de cuidado y las tareas domésticas no remuneradas entre las mujeres y los hombres, y entre las familias y la sociedad, es un determinante importante de las desigualdades de género en el trabajo.
El trabajo de la mujer en cifras
Entre 1995 y 2015, la tasa mundial de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo cayó del 52,4 al 49,6%. Sin embargo, las cifras correspondientes a los hombres fueron del 79,9 y del 76,1% respectivamente. A escala mundial, la probabilidad de que las mujeres participen en el mercado laboral sigue siendo casi 27 puntos porcentuales menor que la de los hombres.
La brecha de género en la distribución de las tareas domésticas no remuneradas significa que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de trabajar menos horas, ya sea a título voluntario o en contra de su voluntad (por lo que se encuentran en situación de «subempleo por insuficiencia de horas»). A escala mundial, las mujeres representan menos del 40% del empleo total, pero constituyen el 57% de quienes trabajan a tiempo parcial.
A escala mundial, la brecha salarial entre hombres y mujeres se estima en el 23%. En otras palabras, las mujeres ganan el 77% de lo que ganan los hombres. De esta forma, las desigualdades de género en el trabajo se traducen en brechas de género en lo que respecta al acceso a la protección social, en particular las prestaciones de maternidad y de vejez.
El empleo de la mujer en España: medidas urgentes
En España, las cosas tampoco están bien, casi el 50% de las mujeres españolas no tiene empleo. Es el segundo país de la Unión Europea con mayor índice de paro de mujeres y duplica dos veces y media la tasa europea, con datos del año 2014. La tasa española de paro femenino se sitúa así en el 25,4%, frente a la europea que alcanza el 10,3%. Triplica la tasa de paro de países como Finlandia o Suecia y llega a quintuplicar la de países como Alemania, Austria y Reino Unido.
El futuro de una empresa o un país se mide por la paridad entre hombres y mujeres. En plena revolución tecnológica, dónde la transformación se basa en el conocimiento y la ‘inteligencia emocional’, yo iría más lejos: sólo aquellas empresas ‘femeninas’ tendrán alguna oportunidad frente a los nuevos competidores y la revolución digital.
Para ello necesitamos, como mínimo las siguientes medidas urgentes:
- Se necesita un marco de política integrado para promover el acceso de las mujeres a más y mejores empleos.
- Es preciso desplegar esfuerzos para hacer frente a la segregación sectorial y ocupacional.
- Es preciso colmar la brecha salarial entre hombres y mujeres.
- Las labores de cuidado no remuneradas deben reconocerse, reducirse y redistribuirse, y debe lograrse la armonización entre la vida laboral y familiar.
En definitiva, hemos de feminizar al mundo y a nuestras empresas para garantizar su progreso y viabilidad en el futuro.