La importancia de las “personas” en la transformación digital

Una empresa tiene, en su esencia, el principio de ser útil, de cubrir una necesidad de la gente. Por supuesto que la empresa ha de generar una rentabilidad económica para el propietario, eso también está en su esencia y no solo es completamente lícito, sino imprescindible. Pero también ha de crear unas condiciones que procuren formas dignas de ganarse la vida y proporcionar una serie de productos o servicios que supongan una mejora para otros ciudadanos y su entorno. Tiene la obligación de crear una huella positiva para su entorno; una huella que genere confianza, progreso; lo que conocemos como crear valor.

Te pongo un ejemplo: El plan de formación y desarrollo del grupo VIPS y Starbucks España junto con la Fundación Tomillo, que proporciona una formación a jóvenes de entre 15 y 18 años en riesgo de exclusión social y les ofrece un puesto de trabajo digno dentro de su organización, garantizándose, así, cubrir los puestos que necesita y la cualificación de quienes contrata. Resulta un bien directo en su ámbito de influencia, que repercute positivamente, también, en la propia empresa.

Sin embargo, sobre todo en las últimas décadas, este concepto original se ha desvirtuado por la aparición de un modelo de empresa que tiene, en su esencia y como única finalidad, ganar dinero; son empresas que no ofrecen un producto, un servicio a la sociedad y que son puramente especulativas. Este fenómeno ha distorsionado, en gran medida, la identidad del resto de compañías, que se ven arrastradas por ese mensaje exclusivo de ganar dinero y nada más, colocándolo en la razón de todo proyecto empresarial.

 

Toda empresa es un ejercicio de imaginación

Pensemos un momento en esto: “toda empresa es un ejercicio de imaginación”. Y esa es una cualidad puramente humana. Y el ser humano está ligado al mundo en el que vive; por lo tanto es lógico decir que hay que preservar el mundo.

Precisamente por esto, el objetivo de todo emprendedor y empresario debe ser la trascendencia, tanto o más que la rentabilidad económica.

Porque apartar la mirada del objetivo de ser útil a la gente, al mundo, ha propiciado una actitud tan egoísta por parte de la élite económica, que ha generado una profundísima brecha social. Una brecha que tiene la consecuencia directa, por un lado, de haber creado la pésima imagen que tienen los empresarios ante el conjunto de la sociedad y, por otro, de estar aniquilando -de facto- a gran parte de nuestros propios clientes potenciales, en un ejercicio de ceguera empresarial que me resulta difícil comprender.

Esta situación, entre otras, explica la extinción de las empresas familiares en segunda o tercera generación.

Al principio, el emprendedor y la familia se sienten implicados en la responsabilidad social del proyecto, pero, a medida que van accediendo al poder las nuevas generaciones, que han heredado un trabajo hecho, la ambición o la comodidad van minando los cimientos del proyecto y, finalmente, se acaba apostando por la venta como única manera de obtener una alta rentabilidad económica inmediata.

He aquí un poderoso motivo para ser responsable socialmente: la supervivencia de nuestras empresas.

El mundo, tal y como lo conocíamos, ya no existe. Da igual que nos resistamos a los cambios. Los cambios ya están aquí. Y hay que estar atentos a ellos. Tenemos que saber interpretar esos cambios, asumirlos y, si es posible, adelantarnos a ellos, porque “formamos parte de ese mundo”, que impone nuevas reglas, que ha tomado conciencia de sí mismo como nunca antes lo había hecho.

En primer lugar, ha cambiado y se ha multiplicado exponencialmente el acceso a la información. Internet ha dado la vuelta completamente a nuestra cotidianidad. Y eso incluye, por supuesto, nuestra manera de consumir. Me atrevería a decir que el consumidor de hace 50 años era menos sensible al entorno, más consumista, muy “marquista”. Evidentemente no existían las redes sociales, el acceso inmediato a una información global que ha cambiado por completo el perfil del consumidor de hoy: conectado las 24 horas, móvil, inteligente, que quiere el mejor producto al mejor precio, en el mejor momento. Que quiere conocer a la compañía por dentro, que quiere tener un servicio de lujo a bajo coste y que está tremendamente concienciado con los problemas del entorno. Porque su manera de consumir está directamente conectada con sus valores.

Piénsalo: hoy cualquier persona puede enterarse de cuanto pasa en la otra parte del mundo; cada vez hay menos cosas que pueden guardarse en secreto, esta es la realidad. Y nuestras empresas no pueden existir en una realidad aparte.

 

La crisis de confianza de las empresas

La tremenda crisis de confianza que estamos viviendo –y de la que no hemos salido todavía, ni mucho menos- ha traído consigo una desafección enorme hacia la clase política. Esto es verdad, sí, pero tanto, o más, hacia la empresa, no debemos olvidarlo.

El 77% de los consumidores no cree en nosotros…No se fían de nosotros cuando, en realidad, somos el motor de la economía lo que, en sí mismo, resulta un bien social concreto. Entonces, si hacemos un bien social, ¿por qué se produce esta desafección? Claramente porque hay algo muy importante que no estamos haciendo bien: no estamos transmitiendo valores. Y esto es así porque nosotros mismos hemos renunciado a ellos.

Por si fuera poco, no estamos sabiendo leer los cambios que se están produciendo y no nos estamos adelantando a la realidad que se va a imponer en muy poco tiempo. Y esto tiene consecuencias.

Si no se fían de nosotros, de nuestro modelo actual de empresa, van a dejar de operar con nosotros y se van a ir con las nuevas empresas que sí cumplen sus expectativas y contemplan sus valores. Ese consumidor, ese cliente que ha cambiado, no solo quiere consumir: necesita tener la conciencia tranquila respecto a su consumo, porque tiene el compromiso personal con su entorno, de dejar una huella positiva de su paso por la tierra. Y exige que las empresas tengan, también, ese compromiso. Este fenómeno está contrastado y es innegable. Restarle importancia es un acto que perjudica, para empezar, a nuestras propias empresas, por lo que no puedo dejar de llamar su atención para que tomen conciencia de esto, porque se trata algo tan grande que no va a haber forma de evitarlo.

 

La tercera revolución industrial

Hoy, más que nunca, la función de recursos humanos es clave, como eje estratégico del cambio cultural y del nuevo modelo de gestión, para adaptar nuestras compañías a este nuevo entorno competitivo. La toma de conciencia y la intervención de los responsables de RRHH en la “nueva forma de pensar las empresas” es fundamental en un proceso de transformación que tenemos que acometer con claridad y decisión.

El compromiso que tienes, como alto directivo, como persona, por lo tanto, de vital importancia.

Y si esto ya es difícil, y estar en este entorno se nos hace complicado, permíteme adelantarme unos pasos para explicar qué va a ocurrir en los próximos años. Lo que va a suceder es que el panorama se va a complicar mucho más, gracias, o por culpa, de las tecnologías exponenciales. ¿Y qué es una tecnología exponencial? Es algo que hace que las cosas cambien de un día para otro. Muy rápidamente. Internet fue una de ellas. El teléfono móvil fue una de ellas.

Y lo que viene –o, para ser más exactos, lo que ya está aquí- es la Tercera Revolución Industrial.

¿Conoces, te suena, el 3D print o las impresoras 3D? Lo peor que tiene esta tecnología es el nombre, porque es una minifábrica portátil o doméstica. Puede hacer casi de todo, en  su propia casa o cerca de  ella. Estamos hablando de juguetes, prótesis, alimentos, fundas de ipad, zapatillas de deporte, etc….

¿Te imaginas la destrucción o transformación de la cadena de valor que esto va a producir en casi todos los sectores? UPS, el mayor distribuidor del mundo, ya ha anunciado que va a ser un principal player en este tipo de impresión. Y ya hay mil tiendas en Estados Unidos donde cualquier consumidor americano puede mandar un diseño que va a tener físicamente en la puerta de su casa en 24 horas. A medida.

A un tercio de nosotros nos van a detectar cáncer en los próximos años. Estadísticamente hablando. Y, de esos, un 25% moriremos. Eso dice la estadística. Imagina, ahora, que tenemos una maquinita en nuestra casa y que con una sola gota de sangre nos predice si vamos a tener algún tipo de cáncer. Pues esto ya existe, gracias a la Biotecnología y el Big Data.

Hace unos meses estuve en una compañía en Silicon Valley, se llama Miroculus. Es una compañía muy joven, pero ya pueden detectar cinco clases de cáncer simplemente con una gota de sangre. Colocas tu smartphone en una máquina y a través de unos colores lumínicos te predice si puedes tenerlo o no, para que puedas ir a hacerte un chequeo de inmediato.

Me decían los chavales que están trabajando en esta máquina que se puede fabricar con 3D Print.

Las estadísticas nos dicen, también, que los robots nos van a quitar el 47% de los puestos de trabajo. Uno de cada dos trabajos va a poder realizarse con un robot en un plazo máximo de 30 años. ¿Qué trabajos creen que se robotizará antes? Casi todos, abogados, vendedores, médicos, etc….

¿Pagarán las empresas cotizaciones a la seguridad social por los humanos sustituidos?

Ante esta catarata de cambios, ¿qué hacemos? ¡Reinventarnos! Tenemos que cambiar. Pero, ¿cómo y por qué tenemos que cambiar?

Están surgiendo, a una velocidad vertiginosa, nuevos players internacionales que entran muy agresivamente en los mercados con tecnologías que rompen con todo lo existente hasta ahora: tecnologías disruptivas con estructuras disruptivas

Y, mientras esto ocurre, ¿cómo estamos organizados nosotros?  Estamos organizados por departamentos. Colocamos productos y servicios y algunos decimos que estamos orientados al cliente. Nuestros procesos son muy manuales. Con organigramas muy jerárquicos, con pirámides más largas cuanto mayor es la compañía. Muchos jefes. Mucha gente en nómina. Pocos freelance. Muy poca innovación y poco riesgo. Todos muy centrados en las ventas del mes, en el trimestre, y que nadie nos despiste…

Siento decirte que lo tenemos mal, muy mal. Porque nos ha tomado la delantera ese nuevo consumidor del que hablábamos, con esas tecnologías que rompen las actuales estructuras y con esos nuevos players, que trabajan en equipo, cuyo centro es el cliente.

Esa es su filosofía y –atención- esa filosofía es la misma como consumidores y como empresarios, porque tienen el mismo perfil, porque pertenecen a la misma generación.

 

Nuevas compañías enfocadas en el empleado

Son, en su gran mayoría, millenials, nacidos entre el 80 y el 2000, que hoy son los grandes consumidores y lo serán cada vez más.

¿Qué les mueve o incita cuando compran una marca? ¿Un 3×2?  ¿Un descuento? No. Otras cosas.

Son gente que cree en otro tipo de compañías y son gente que crea esas compañías en las que cree; muy enfocadas en el empleado, en la transparencia y que hace que los trabajadores amen sus empresas. Un alto ejecutivo de una de estas compañías pasa más del 50% de su tiempo sólo pensando en people, en gente, sólo en eso, siendo el director de RRHH su mano derecha.

No tienen organizaciones piramidales. Se eliminan los cargos intermedios, entendidos como meros transmisores de una orden que viene “de arriba”, sin una aportación real y constructiva por parte de ese cargo intermedio. Ese tipo de estructura ya no funciona.

Son, además, compañías que continuamente se reinventan, está en su ADN. Cada año, cuentan con protocolos muy estructurados de observar tendencias, de implementar prototipos y lanzar nuevos productos porque, si no, es imposible crecer exponencialmente.

En definitiva, las nuevas compañías del siglo XXI, colocan al empleado y al cliente en el centro de todas sus decisiones estratégicas. ¿Te imaginas la importancia que tienen los recursos humanos para estas compañías? ¡Es vital! Tenemos un gran reto por delante, por un lado transformar la forma de gestionar en nuestras compañías a través del coaching y la formación a los altos directivos, y por otro el colocar al empleado en el centro, para poder atraer al nuevo talento necesario y retenerlo. Solo de esta manera podrán tener alguna opción de sobrevivir a los nuevos competidores disruptivos.

Y, ahora, viene lo más importante respecto a estos competidores: Estas compañías trascienden, porque la gran mayoría ya no sólo tienen unos impactos económicos altísimos, sino que muchas de ellas, cada vez más, están muy orientadas a solucionar los grandes problemas de la humanidad.

 

Empresas responsables y comprometidas

Y es que es rentable económicamente transformar nuestro modelo de empresa teniendo impacto positivo en el planeta. Un modelo que tiene que estar acorde con este nuevo modelo del Mundo, en el que tiene que caber, necesariamente, el fin y utilidad social; un concepto de servicio, que “antes” tenían las empresas, que ahora hay que recuperar y que resulta imprescindible para sobrevivir como especie. Hay que volver a crear empresas en MAYUSCULAS.

Toda empresa, ya lo hemos dicho, es un ejercicio de imaginación. Sin atender este aspecto despojamos a la empresa de su sentido y su encaje real en el mundo. Seamos, pues, consecuentes. La transformación voraz del concepto de empresa que ha experimentado el mundo en las últimas décadas ha generado enormes beneficios para algunas compañías, pero también enormes cataclismos que han estado a punto de llevarnos a un desplome global del sistema y no estamos en absoluto a salvo de que el próximo, porque habrá más, no sea el definitivo.

Tu compañía tiene la obligación de ser socialmente responsables. ¿Saben por qué? ¡Porque sus competidores ya lo son y porque sus consumidores lo quieren!

Solo la combinación de ese talento, con el alma y el corazón nos hará trascender. Porque estoy seguro de que todos, no solo yo, queremos trascender como empresarios o ejecutivos, es decir: como personas; personas que imaginan y ponen en pie sus empresas.

Estoy seguro de que ninguno de nosotros quiere limitarse solo a ganar dinero y hacer su trabajo. Hay algo más que nos mueve, una idea mejor de nosotros mismos; eso que es impagable y que anima las empresas más hermosas. Está bien ganar dinero, hagámoslo. Pero comprendamos de una vez por todas que nadie necesita ganar tanto dinero como para que, 3 ó 4 generaciones después, sus descendientes, aunque no hicieran otra cosa que gastar, sigan siendo millonarios. A muchos de vosotros les gustaría que se les recordara como alguien que movió una palanca de cambio importante, que posibilitó la vida, sin renunciar a la rentabilidad económica de su empresa. Podéis ganar dinero, pueden seguir ganando dinero y que no se les acabe en toda su vida, pero pueden y deben hacer algo para generar valor con sus empresas porque es algo hermoso, porque pueden hacerlo, porque les hará mucho más felices.

 

¿Cómo buscar la trascendencia?

No es mañana, es hoy cuando quiero que os preguntéis: ¿Qué puedo hacer para mejorar mi empresa y ser recordado como alguien que mereció la pena, que dejó un legado en su entorno -y no solo para su familia- alguien que trascendió?

Lo que busco y lo que deseo es que os movilicéis. Por tu propio y particular futuro como empresario y ejecutivo, para empezar. Y por la huella que puedes dejar.

Hoy, el éxito es la capacidad de generar valor para transformar tu entorno y hacerlo mejor. Convirtámonos en generadores de valor, en agentes del cambio, y empecemos con el departamento más importante para todo ello, los recursos humanos.

Hagámoslo, porque podemos hacerlo y es nuestra responsabilidad; porque sabemos mirar los cambios en el mundo y aceptamos sus retos, porque somos valientes, porque somos cuidadosos con él y porque, queridos amigos todos:

Para poder ganar dinero, de aquí en adelante,  ya no se puede pensar, exclusivamente, en ganar dinero.

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