Uno de mis dichos favoritos proviene de David Thoreau: «Mi vida ha sido el poema que habría escrito / Pero no podría vivirlo y pronunciarlo». Habla de la forma en que la vida y el arte están entrelazados, y de cómo ganamos mucho al vivir la vida con un sentido de la belleza y la estética en mente.
Hoy más que nunca el arte no solo nos diferencia de las especies en la tierra, sino de la disrupción más disruptiva a la que se ha enfrentado el hombre desde la revolución industrial a principios del siglo XIX, la inteligencia Artificial. Jamás una máquina podrá tendrá la capacidad de crear que tiene el hombre (aunque muchos se esfuercen en hacernos creer que sí), simplemente porque no tienen alma, y ese es el motor más poderoso que tiene el hombre para crear cosas maravillosas, como el arte.
Hay muchas formas en que el arte infunde en nuestras propias vidas, desde cantar y tocar la guitarra hasta leer novelas y asistir a obras de teatro, que ayudan a mejorar nuestro estado de ánimo y aumenta nuestros sentidos de asombro con el mundo. Probablemente, muchos sintamos lo mismo. Algunos habéis podido sentir que incluso el arte los ha salvado, de alguna manera.
Os recomiendo el libro, Your Brain on Art , de Susan Magsamen e Ivy Ross, que describe de manera brillante el impacto del arte en el ser humano. Al centrarse en la ciencia de la «neuroestética» (cómo responde nuestro cerebro a las experiencias estéticas y artísticas), los autores argumentan que el arte es bueno para nuestra salud física y mental, y que todos deberíamos incorporar más en nuestras vidas.
El arte ha sido parte de todas las culturas y civilizaciones del planeta, durante decenas de miles de años. Esto significa que el arte es central para nuestra supervivencia de alguna manera, quizás ayudándonos a dar nuevos saltos intuitivos, innovar y ayudarnos a unirnos unos a otros.
Apreciar o hacer arte implica usar muchas partes de nuestro cerebro, desde las que procesan nuestros sentidos hasta las que están involucradas en la emoción, la memoria y la cognición. El arte es adictivo, porque hacerlo ilumina los centros de placer de nuestro cerebro, creando una sensación cálida que nos anima a querer más de lo mismo, de la misma manera que nuestro cerebro responde para satisfacer las necesidades básicas, como la comida y el sexo.
Cuando experimentas la realidad virtual, lees poesía o ficción, ves una película o escuchas una pieza musical, o mueves tu cuerpo para bailar, por nombrar algunas de las muchas artes, cambias biológicamente. Hay un intercambio neuroquímico que puede conducir a lo que Aristóteles llamó catarsis, o una liberación de emociones que te hace sentir más conectado contigo mismo y con los demás.
Existe amplia evidencia de que participar en las artes mejora el bienestar. Por ejemplo, un estudio que involucró a más de 23.000 participantes británicos, encontró que aquellos que hacían arte al menos una vez a la semana o asistían a eventos culturales al menos una o dos veces al año, eran más felices y tenían una mejor salud mental que aquellos que no lo hacían. Esto fue independiente de su edad, estado civil, ingresos, comportamientos de salud, apoyo social y más. Otro estudio longitudinal en Japón, también demostró que las personas que se dedicaban a actividades artísticas, como la artesanía o la pintura, en un momento dado tenían menos deterioro cognitivo más tarde que las que no lo hacían, lo que nuevamente respalda un efecto directo del arte en el bienestar.
El arte no solo puede mejorar el bienestar general, sino que también puede usarse para prevenir o curarnos de enfermedades físicas y mentales. La arteterapia es un campo en crecimiento, útil para muchas dolencias y situaciones, incluso cuando los terapeutas trabajan con personas que pueden tener dificultades para comunicarse directamente sobre su experiencia interna, como niños que sufren traumas o personas con autismo. Las artes se utilizan en al menos seis formas distintas para curar el cuerpo: como medicina preventiva; como alivio de síntomas para problemas de salud cotidianos; como tratamiento o intervención para enfermedades, problemas de desarrollo y accidentes; como apoyo psicológico; como una herramienta para vivir exitosamente con problemas crónicos; y al final de la vida para brindar consuelo y sentido.
Probablemente, la investigación más sólida sobre el arte y la curación se ha realizado con la música. Escuchar música, tocar o cantar música se ha relacionado con cosas como la reducción del estrés y el dolor y una mejor función inmunológica. También se ha demostrado que cantar ayuda a las mujeres a superar la depresión posparto más rápidamente, mientras que escuchar música puede reducir los síntomas en personas que sufren de migrañas. Un informe del National Endowment for the Arts de 2020, que revisó 116 estudios sobre musicoterapia para usuarios de opioides, encontró que escuchar música ayudó a aliviar su dolor, redujo su necesidad de medicamentos y los animó a buscar tratamiento para la adicción.
La música no es el único arte que cura. Otro estudio encontró que colorear y dibujar reducía el ritmo cardíaco de las personas y aumentaba la arritmia sinusal respiratoria (un marcador de buena salud cardiovascular) al mismo tiempo que los hacía sentir menos ansiosos. Se ha descubierto que esculpir con arcilla cambia los patrones de ondas en nuestro cerebro de manera que reflejan un estado relajado y meditativo. Existe evidencia de que escuchar poesía puede tener efectos similares en el cerebro que escuchar música, brindándonos experiencias emocionales máximas.
Todos deberíamos considerar dedicar tiempo para el arte en nuestra vida cotidiana. Disfrutar del arte, sin duda nos ayuda a mantenernos más saludables y felices.
Las artes pueden transformarte como ninguna otra cosa. Pueden ayudarte a pasar de la enfermedad a la salud, del estrés a la calma o de la tristeza a la alegría, y te permiten florecer y prosperar. Y en la época que nos adentramos de diferenciarnos de la inteligencia artificial, a la inteligencia humana.
¿Estás listo? El mundo, y su belleza, te están esperando…..