Más amor y menos calculadoras

“Para hacer las cosas bien es necesario: primero el amor y segundo la técnica”

Antonio Gaudí

Estas célebres palabras del arquitecto más famoso de todos los tiempos, Antonio Gaudí, reflejan a la perfección la dimensión de su obra arquitectónica, que ha deslumbrado al mundo. Como ocurre en la mayoría de los casos, en su época, Gaudí fue en parte un incomprendido, e incluso criticado por sus colegas y parte de la sociedad de la época, simplemente porque era distinto, pensaba distinto, y se estaba adelantado a su propia época. En 1878, al graduarse, el director de la escuela comentó: «Hoy le damos el título de arquitecto a un loco o a un genio».

Los que habéis tenido la oportunidad de visitar la Sagrada Familia, seguro os habrá sorprendido la originalidad de la basílica, con sus grandes vidrieras de luz o su arquitectura interior majestuosa, inspirada en la naturaleza. Fue un visionario en múltiples facetas, pero una que me provoca especial admiración es su compromiso con el medioambiente y la acción social.

La Sagrada Familia

Gaudí es considerado por muchos como un arquitecto con una conciencia ecológica muy adelantada a su época, en la que el movimiento por la sostenibilidad aún no existía. Una de sus más famosas y reconocibles técnicas, el trencadís – ahora un símbolo del modernismo catalán – empleaba fragmentos de cerámica rota y azulejos desechados para dotar de gradientes de color a sus obras, pura economía circular, como diríamos hoy en día.

Así, el arquitecto era sostenible en su empleo de materiales cercanos, sencillos y económicos; y además empleaba soluciones que hoy en día recibirían el adjetivo de bioclimáticas, ya que optimizaba el diseño estructural, fomentaba la iluminación natural estudiando la incidencia del sol. Porque la sostenibilidad en la arquitectura también pasa por la optimización de las formas y procesos, y el catalán era experto en hallar ese equilibrio.

En el ámbito social, construyó Las Escuelas de la Sagrada Familia, que es un edificio situado en el mismo recinto del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Se concibió como un pequeño edificio destinado a escuela para los hijos de los obreros que trabajaban en la Sagrada Familia, aunque atendió a otros niños del barrio, especialmente de clases poco favorecidas.

En un mundo gestionado por ingenieros y economistas (ver ejemplo del gráfico de los CEOs del IBEX en España), Gaudí probablemente hubiera sido despedido por raro o distinto, y jamás hubiéremos visto su magnífica obra. En un mundo cada vez más necesitado de innovación y consciencia social y medioambiental, necesitamos líderes bien formados, pero, sobre todo, líderes que tengan la sensibilidad de conectarse con la sociedad y el planeta, a la vez que abren su mente a las nuevas tecnologías disruptivas, que van a permitir crear empresas de impacto social de escala y prestigio global.

“No hay razón de probar algo nuevo, simplemente porque nadie lo haya hecho antes”

Antonio Gaudí

Foto de Raimond Klavins en Unsplash.

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