Nunca es fácil despedirse de algo o de alguien, especialmente cuando uno lleva años trabajando y estando con gente a la que acaba queriendo, como si fueran de su propia familia.
El ser humano es un animal de costumbres, y tremendamente social, a la vez que busca pertenecer a una tribu. Pero no menos cierto es que es una especie en constante evolución, y que busca continuidad de progreso y trascendencia en su propósito de vida. A veces esas dos realidades chocan, y se ha de sacrificar la seguridad y la quietud, por la aventura, con el objetivo de descubrir nuevos caminos, nuevos horizontes a los que conquistar.
Y ese hecho no quita que la persona sufra, ya que probablemente abandonar esa tribu genere un vacío a todos. Pero en realidad no es un vacío real, es una sensación. El corazón, como la razón, siempre guardan pequeños pedazos de las situaciones y las relaciones de otras personas, que son lo que en realidad, empodera al ser humano a tomar fuerzas para seguir adelante, para que no pare el Show!.
“Nuestra naturaleza consiste en el movimiento; el reposo absoluto es la muerte” B. Pascal
En la sociedad primitiva, los hombres estaban indefensos ante los embates de la naturaleza y subsistían exclusivamente de lo que ella les proveía, sus necesidades primarias se satisfacían fundamentalmente de los frutos, la caza y la pesca y, por lo anterior, los pobladores eran nómadas ubicándose en los sectores en donde la naturaleza les proporcionaba sus medios de sustento. Posteriormente, en la sociedad agrícola feudal, algunos pequeños artesanos se agruparon y desarrollaron la actividad del comercio. Se establecieron, construyeron poblaciones y eliminaron radicalmente la vida de nómada, por cuanto no tenían la necesidad de trasladarse en la búsqueda de los medios de subsistencia. A continuación, vino la era industrial tecnócrata, donde el crecimiento de la población, las economías de mercado, las prácticas comerciales a escala nacional e internacional, y el gran deseo de construir procesos industriales que permitiera una alta eficiencia por medio de resultados de gran consumo y halagüeñas cifras financieras, lo cambiaron todo. Hasta llegar a hoy en día, a la revolución tecnológica, donde han fracturado el tiempo, las distancias y, en cierta medida, nuestro ecosistema natural. Es tal vez el factor más representativo de todas las fuerzas del cambio en el que la civilización moderna debe adaptarse más rápidamente.
Estos modelos y fuerzas han generado un gran impacto en el medio social y cultural de los individuos, así como en el medioambiente, llevándonos a buscar nuevas formas de subsistencia para alcanzar una calidad de vida deseada. Estas circunstancias han ocasionado que nuevamente existan grupos humanos nómadas con razones y propósitos muy particulares.
Todo esto es fundamental de tener en cuenta para poder dimensionar el mundo actual que nos ha tocado vivir y que sobre esta realidad se debe construir lo que se aspira lograr, para alcanzar nuestro propósito de vida, y contribuir a hacer del nuestro un mundo mejor.
“El mundo podría dividirse en dos tipos de gente: Aquellos que conquistan la vida y aquellos que son vencidos por ella. Los que superan las dificultades de la vida son aquellos que lo hacen primero en el pensamiento. Quienes son vencidos por las dificultades de la vida, son los que no las han superado antes en el pensamiento” Thomas Hamblin
Una manera inteligente de abordar esta realidad, es establecer una visión personal futurista que incluya la calidad que estás dispuesto darle a tu existencia. Se puede considerar que construye verdaderamente un norte, un faro orientador dentro de las condiciones que lo abrazan. En definitiva, debes tener bien definido tu propósito de vida, que es lo que realmente justifica tus actos.
“Solo aquel que mantiene sus ojos en el horizonte lejano encontrará el camino correcto” Dog Hammarskjold
Fotografía: Danny Howe