Esta semana he seguido con atención el World Economic Forum Annual Meeting y, en concreto, las palabras de su fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab.
Según Schwab, después de la Segunda Guerra Mundial la comunidad internacional se unió para construir un futuro común. Ahora debe hacerlo de nuevo. Debido a la lenta y desigual recuperación en la década transcurrida desde la crisis financiera mundial, una parte sustancial de la sociedad se ha visto afectada y desencantada, y no solo con la política y los políticos, sino también con la globalización y todo el sistema económico que la sustenta. Nos encontramos en una era de inseguridad y frustración generalizadas, en el que el populismo se ha vuelto cada vez más atractivo como alternativa al status quo.
Pero el discurso populista elude, y a menudo confunde, las distinciones sustantivas entre dos conceptos: globalización y globalismo.La globalización es un fenómeno impulsado por la tecnología y el movimiento de ideas, personas y bienes. El globalismo es una ideología que prioriza el orden global neoliberal sobre los intereses nacionales. Nadie puede negar que estamos viviendo en un mundo globalizado. Pero que todas nuestras políticas deben ser «globalistas» es altamente discutible.
Después de todo, este momento de crisis ha planteado preguntas importantes sobre nuestra arquitectura de gobernanza global.
Con más y más votantes que exigen «recuperar el control» de las «fuerzas globales», el desafío es restaurar la soberanía en un mundo que requiere cooperación. En lugar de cerrar las economías a través del proteccionismo y las políticas nacionalistas, debemos forjar un nuevo pacto social entre los ciudadanos y sus líderes para que todos se sientan lo suficientemente seguros en casa como para permanecer abiertos al mundo en general. Si esto falla, la continua desintegración de nuestro tejido social podría, en última instancia, conducir al colapso de la democracia.
Además, los desafíos asociados con la Cuarta Revolución Industrial (4IR) coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y la creciente desigualdad. Estos desarrollos integrados están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. La mejora de la condición humana dependerá de si la gobernabilidad corporativa, local, nacional e internacional se puede adaptar a tiempo.
Mientras tanto, un nuevo marco para la cooperación público-privada global ha ido tomando forma.
La cooperación público-privada consiste en aprovechar el sector privado y los mercados abiertos para impulsar el crecimiento económico de cara al bien público, teniendo siempre en cuenta la sostenibilidad ambiental y la inclusión social. Pero para determinar el bien público, primero debemos identificar las causas de la desigualdad.
Por ejemplo, si bien los mercados abiertos y la mayor competencia sin duda producen ganadores y perdedores en el ámbito internacional, pueden tener un efecto aún más pronunciado sobre la desigualdad a nivel nacional. Además, la creciente división entre clases sociales se está acentuando con los modelos de negocios 4IR.
Cerrar esa brecha requiere que reconozcamos que vivimos en un nuevo tipo de economía impulsada por la innovación, y que se necesitan nuevas normas, estándares, políticas y convenios globales para salvaguardar la confianza del público. La nueva economía ya ha interrumpido y vuelto a combinar innumerables industrias y ha deslocalizado a millones de trabajadores. Está aumentando la competencia dentro de los mercados nacionales de productos, capitales y trabajo, así como entre los países que adoptan diferentes estrategias de comercio e inversión. Y está alimentando la desconfianza, particularmente de las compañías de tecnología y la administración de nuestros datos.
El ritmo sin precedentes del cambio tecnológico, “El tsunami tecnológico”, significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía –solo por nombrar algunos– se transformarán por completo.
Gestionar ese cambio requerirá no solo nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también un nuevo modelo de educación, completo con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Con los avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar.
“El tsunami tecnológico” acaba de comenzar, pero estamos muy poco preparados para ello. Aferrarse a una mentalidad obsoleta y hacer pequeños ajustes en nuestros procesos e instituciones existentes no será suficiente. Más bien, debemos rediseñarlos desde cero para poder aprovechar las nuevas oportunidades que nos esperan, mientras evitamos el tipo de interrupciones que estamos presenciando hoy.
A medida que desarrollamos un nuevo enfoque hacia la nueva economía, debemos recordar que no estamos jugando en un juego de suma cero. Esto no es una cuestión de libre comercio o proteccionismo, tecnología o empleos, inmigración o protección de los ciudadanos, y crecimiento o igualdad. Esas son todas falsas dicotomías, que podemos evitar desarrollando políticas que favorezcan «y» sobre «o», permitiendo que todos los conjuntos de intereses se persigan en paralelo.
Sin duda, los pesimistas argumentarán que las condiciones políticas se interponen en el camino de un diálogo global productivo sobre la Globalización 4.0 y la nueva economía. Pero los realistas utilizarán el momento actual para explorar las brechas en el sistema actual e identificar los requisitos para un enfoque futuro. Y los optimistas mantendrán la esperanza de que las partes interesadas orientadas hacia el futuro crearán una comunidad de interés compartido y, en última instancia, un propósito compartido.
Los cambios que están en curso hoy no están aislados de un país, una industria o un problema en particular.
Son universales, y por lo tanto requieren una respuesta global. No adoptar un nuevo enfoque cooperativo sería una tragedia para la humanidad. Para redactar un plan para una arquitectura de gobernanza global compartida, debemos evitar estar atascados en el momento actual de gestión de crisis.
Específicamente, esta tarea requerirá dos cosas de la comunidad internacional: un compromiso más amplio y una mayor imaginación. El compromiso de todas las partes interesadas en un diálogo sostenido será crucial, al igual que la imaginación para pensar de manera sistémica y más allá de las propias consideraciones institucionales y nacionales a corto plazo.
Sin duda “El tsunami tecnológico” lo cambiará todo y tanto el Sr Schwab, como los principales líderes mundiales reunidos en Davos, así lo predicen.